Expresión clásica y tecnología - (Traspasos - El Nacional)
El desarrollo tecnológico de la imagen trajo consigo una nueva concepción de la danza. A los impulsos del cuerpo se unieron los recursos audiovisuales más sofisticados para generar una expresión estética inédita. La videodanza surgió como audaz y complejo lenguaje transformador de realidades escénicas convencionales, resultante de la fusión plena de vocabularios aparentemente distantes.
Francia aportó al mundo de la danza artística un género consolidado a partir de los particulares referentes galos y de las influencias que recibió de la danza moderna de Estados Unidos, muy especialmente y las provenientes de Merce Cuningham y sus concepciones del cuerpo abstracto, el espacio escénico sin límites y la incorporación de elementos electrónicos.
En Venezuela, la videodanza significa una experiencia que ha cobrado auge desde la década de los años ochenta. La diversidad que ha caracterizado a la danza contemporánea nacional encontró en la imagen grabada un concepto y una técnica alternativa con la cual recrear pensamientos y cotidianidades. La boga inicial se transformó en manifestación genuina, de clara visión universal y evidente sentido de identidad.
Los representantes de la videodanza venezolana indagan con agudeza en la imagen electrónica, hurgando en credos y emocionalidades muy íntimas. Unos se han acercado con lucidez al ámbito de las artes visuales, específicamente al arte conceptual. Otros, a una dimensión dramática muy próxima al expresionismo de la danzateatro. Sus obras son autónomas como lenguaje o hacen parte de planteamientos escénicos, integrándose con mayor o menor coherencia a determinados postulados corporales.
Generalmente, los artistas de la videodanza apuntan al experimento dentro de las nuevas tendencias del movimiento. El llamado ballet neoclásico ha ofrecido escasos ejemplos de danza audiovisual en nuestro medio. Un nuevo creador se asoma con tenacidad y discreción a este mundo alterno. Walter Castillo, bailarín formado dentro de cánones académicos y con largo desempeño profesional dentro de ellos, demuestra una singular capacidad para la realización de videos de arte a partir de códigos preestablecidos.
Castillo ha concretado tres resultados como autor de videodanza, todos de data muy reciente, que muestran un desarrollo progresivo en cuanto a concepto, estructura y dirección, además de mantener la estética de la sencillez como valor inalterable. A través de esta trilogía inicial, el videoartista se solaza en una danza formal extraída de su espacio teatral, incorporándola a ámbitos urbanos y también naturales.
Sensibilidad (2007) es un discurso solitario y desprovisto sobre la neutralidad expresiva de una bailarina, contrastada con la grandeza estructural de los edificios citadinos. Sin color (2007) insiste en espacios arquitecturales urbanos desolados y sombríos. El concepto de oposición, presentado a través de los extremos del blanco y negro, es abordado a través de un trío de intérpretes femeninas de depuradas líneas e inquietante expresión. Médanos (2000) alterna la tierra árida con el medio ambiente marino. Allí, tres bailarines dan rienda suelta a energías y dinámicas. Son seres ciudadanos extrapolados hacia una dimensión natural ajena a ellos.
Walter Castillo transita caminos de honestidad creativa. Sin ruidos, va otorgando personalidad a su mundo de gestos académicos convertidos en nueva tecnología.